27 de junio de 2009

La Confesión - Parte I: A lo Carmín

(Dado que no tendré tiempo en los siguientes días por los exámenes finales, comienzo ahora. Me falta palabra caray)



Me parece que este post y el próximo ayudarán a esclarecer en cierta forma algunos asuntos de la vida, mía y de unas cuantas personas más, aunque unos ya saben de qué se trata.
Bueno, a modo de introducción..debo señalar que fue un día de verano-otoño que tuve la oportunidad de ver a este sujeto en una de mis clases. Iniciaba yo muy alegre y jovialmente, cual cachimba de facultad que soy, mi quinto ciclo universitario y comencé la semana con esa clase, su clase. Sí, él la dictaba. Debo confesar que durante esta primera me quedé dormida porque pasó un video que no me llamó la atención para nada, y además mantenía aún la costumbre de acostarme tarde durante las noches, como en vacaciones. Blablablá por aquí y por allá. Para ese entonces, un ente más. Una buena amiga me dice que en esta primera clase le comenté que aquel individuo parecía tener cara de "buenito", yo no recuerdo bien ese momento pero no me extraña, la verdad; la cara la tiene. Para la segunda clase, este joven muchachón ya me caía bien; parecía ser medio rochoso y por momentos en mi cabeza no veía a un profesor, sino a un niño riéndose de chistes monses, pero que eran graciosos. Y aunque nadie me vaya a creer, al principio yo prestaba atención a la clase (sí señores, a la clase en sí) porque pensaba que ese curso no era lo mío, así que no me quedaba otra opción que tratar de entender lo más que pueda y como pueda (aunque ahora sí me interese el tema). Es así que nunca faltaba a sus clases, y en cada una de ellas veía al muchachón/niño/profesor que a veces se ponía nervioso cuando explicaba y que muchas otras se sonrojaba por cualquier tontería. Pero era él, y algo lo hacía lucir cautivador, a pesar de que no era el típico chico guapo a quien las fans de Pitt persiguirían. Oh, no, aquel muchachón/niño/profesor era un antónimo de lo anterior, pero un antónimo raro y..relativo..para bien. No era feo, aunque muchas colegas me digan indignadas lo contrario (¡LOCAS!); qué tenía...cabello largo, siempre sujeto con una liga, raya al medio, lentes y barba. Barba. Barba. Barba. Un caminar relajado, despreocupado pero a la vez concienzudo. Y cuando no caminaba..yo realmente daba no sé qué por saber qué lo mantenía tan pensativo mirando al primer piso, mirando a la nada, para luego entrar a clase y sonreir como si se hubiera levantado, siempre, con el pie derecho.

Poco a poco me di cuenta de que yo ya no prestaba atención a la clase en sí misma, sino que..de paso. En muchas ocasiones simplemente no me preocupaba en disimular cómo lo miraba, otras veces me olvidaba de aparentar, pero cuando reaccionaba sí bajaba la mirada o la dirigía hacia el lado opuesto al que estaba él, diciendo en mi mente "mira un punto fijo, un punto fijo en la pizarra, hazte la distraída". Claro que muchos de mis intentos en hacer eso último quedaban en eso, en intentos vanos que tenían una duración de 15 segundos y no más. Mis dos posturas internas en mi conciencia luchaban hasta que.. "Lo siento, somos débiles pero bueno...seámoslo siempre (L)" y mis ojos volvían a regocijarse frente al muchachón/niño/profesor. Pese a que toda esta situación empezó como una simple broma de quinceañera que disto (un poquito) de ser, no entendía muy bien por qué luego de enterarme de que no era la única admiradora, seguidora, simpatizante, adepta, incondicional, hincha (gracias Wordreference) de ese individuo, me disgustaba la idea. Quién lo diría, ese muchachón/niño/profesor tenía detrás de él a todo un club de fans siguiendo sus pasos, y este crecía con el tiempo. Al principio pensé "Bien, somos tantas que podríamos formar un grupo en Feisbuk!" Pero no, Lяη, en el fondo no te gustaba la idea para nada. Lo fui descubriendo poco a poco u_U.

Mi amiga, la que mencioné anteriormente y al lado de quien yo me sentaba siempre durante la clase, no compartía mi gusto y/o obsesión psicópata por él, y decía constantemente que yo estaba loca y que esa no era la Lяη que ella había conocido en el primer ciclo. Yo pensaba lo mismo. Antes no era tan psicópata. [Pero oh Lяη, no logro entender por qué dices ser tan psicópata?! - Verás amiguito lector que por tu bienestar mental y el de tus amigos imaginarios he omitido una parte del relato que me deja muy mal parada y que no me gustaría que sea leída algún día muy muy lejano por el muchachón/niño/profesor ni por casualidad; más por una cuestión de inteligibilidad tengo que agradecer de manera muy parca a una fuente hecha persona que llegó a mí por cosas de la vida y me facilitó una que otra herramienta útil para mis fines (psicópatas o no). Bueno, en realidad todo fue más común de lo que se piensa, no soy enferma. Ya dije más de lo debido, salgo de las llaves]. Hecha la sutil aclaración, que ya debe haber orientado más o menos a los que conocen la historia en la vida real, regreso a ésta. Todas las clases me quedaba prendada preguntándome qué es lo que tiene el muchachón/niño/profesor y esperando a que vuelva a sonreir con algún chiste monse (chistes monses con los que yo ya había empezado a reír hace un tiempo).

Una amiga a la que conocí este ciclo, y quien también en un principio parecía ser víctima de este "raro" trastorno, me dijo que aquel príncipe encantador como el de Shrek (ajá) sonreía con la mirada; y sí, definitivamente eso era parte de lo mágico.

Falta la segunda parte.


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