9 de noviembre de 2010

esto está sin llave

Yo no entiendo de pruebas
si es esa la pregunta que te asalta de vez en cuando
tan ansioso, tan lerdo
tan alegremente agotado

no entiendo de pruebas
no camines por mis sendas
que son nunca garantía
y siempre cepo inseguro

son los riesgos que no tomo
esos los que te evitan el desconsuelo
y festejan a tus espaldas la querella perdida
que no va más y no va más

y qué, si es apenas una prueba
prueba de qué
de qué no voy más, no voy más
por mi propia senda

que fácilmente he huído
de lo que de haber sucedido
hubiera dejado una prueba de ser.

silencio imprudente

qué terrible pensar
que su fin dependa del temido son de las manecillas vacilantes
(de una, de dos, de tres)

que es aplacado solo luego de su propio ardor
y que entonces no vale de mucho
vale de nada, vale de poco

poco avanzo si me aferro al juego
si por acallarlo lanzo gritos
¡gracias!
cuántos momentos vertidos en compostura
¡gracias!
me falta de todo, menos el silencio candente

cuánta mente en irritación
cuánta es la espera helada
a por mí, a por mí
a ahuyentar el silencio candente
el silencio imprudente
(no me hace falta)

tan maldito, tan denso
que ni el suspiro lo devora
ni lo acalora la brisa
y no, nunca termina ahí donde empezó.