Me levanté del piso con ayuda de mi papá, y luego él se despidió del chico alto de lentes con un cálido apretón de manos; aparentemente ya se conocían bastante tiempo. Ese 'joven individuo' parecía haber terminado de presenciar algún ejercicio mío dentro de ese salón colmado de colchonetas. Era mi turno de despedirme de él y este, sin pensarlo y mediante un gesto extraño, me extendió su mano como para que yo se la estrechara, así que fue lo que hice, tal como mi padre. Pero inmediatamente después, sin soltarle la mano, acerqué bruscamente mi mejilla a la suya, no para darle un beso en ella como se hace convencionalemnte, sino únicamente para decirle al oído de manera sumisa: "Discúlpame".
Se dibujó en su rostro una pequeña sonrisa por compromiso que sólo expresaba lo poco convencido que estaba.
No sé la razón pero tenía la sensación de haberme disculpado ya muchas veces con él, de modo que podía ser que yo siempre volviera a estropearlo todo de alguna manera, o que él nunca se sintiera satisfecho con mis explicaciones.
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