No, no habían más y en mi billetera solo languidecían tímidos carnets. Bueno, solo lo pregunté para saber si debía regresar luego en busca de las típicas náuseas, muros plagados de estanterías y libros, seres que me los alcanzaran...o nada en realidad.
O tal vez era una simple voz amable y yo lo estaba exagerando todo para que el post quede más bonito.
Se dio cuenta de que buscaba textos de corte existencialista, uno nauseabundo de ser posible, pero como no me vio regurgitar (acudí al diccionario para que no suene mal), manifestó que Kierkegaard tenía un libro muy bueno, y que si bien no me atraparon las arcadas, me sentiría más a gusto con la angustia, y además con el peinado que lucía el autor en la portada, calificado por él como 'paja', 'macanudo' o algo por el estilo.
Aseguré de manera cordial que regresaría uno de esos días, y él dijo que buscaría el libro por el que pregunté al principio, y así, en caso de no encontrarnos nuevamente, yo podría tener el libro a la vista para entonces.
Agradecí sonriendo, porque no era para menos, y me fui.
Trataba de convencerme de que de repente podía comprarme el libro más asequible, aquel que vi en la entrada, por el que sí podía regresar.
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