Era lo típicamente esperado en una escena de pseudo comedia o en una caricatura simplona. Una escena en la que no ocurre nada interesante, tal vez una de esas que podrían usarse como el fondo o contexto que encierra o propicia un verdadero acontecimiento.
Aguardando por entrar a la sala, se encontraba una larga fila de gente, encabezada por una ferviente amante del cine cuya boca, al hablar, no estaba exenta de argots característicos que la definían como tal, así como tampoco de un raro titubeo al conversar rápidamente. Tras ella se encontraba un señor de mediana edad luciendo un sombrero como de pescador y, a juzgar por los demás componentes de su atractivo atavío, parecía efectivamente haber culminado hace poco una fructuosa labor desde algún lado del mar, y ahora se disponía a leer el periódico y a ver una película como parte de su gratificación. En tercer lugar, hizo su aparición una pareja de esposos quienes rondaban los cincuenta años de edad aproximadamente; parecían estar ahí por causa del simple azar de la vida y no reflejaban ni el menor atisbo de lo que se podría llamar amor o siquiera cariño entre ellos. Luego, un esbelto hombre de lentes, con aire de intelectual dedicaba todo el tiempo de espera a leer 'Mujercitas' en una edición bastante antigua, cuyo formato parecía haberse desbaratado con los años, y ahora más y más con el paso de los minutos. Dos jóvenes enamorados (si se buscaba un contraste preciso con la pareja antes mencionada, este era un ejemplo perfecto), cuchicheaban y se mimaban mutuamente a través de los ojos y los gestos, sin importar lo que estuvieran hablando; ella leía una carta, probablemente escrita por él, ya que esporádicamente interrumpía la lectura para lanzarle una mirada de complicidad...bueno, al parecer no pudieron costear unas entradas para el cine y ver 'Amor sin escalas' o algo así. Les seguía un grueso y voluminoso hombre de barba, con el pelo sujeto en una cola, quien parecía lucirse como un sabelotodo en una conversación que mantenía amenamente con otro señor, a quien no logré observar porque estaba de espaldas y su voz era mucho más apacible que la del 'corpulento'. Ah, y no creo ser la única que se percató de un extraño bulto entre el cuerpo de este último y su gran polo amarillo...un bulto con forma de celular parecía no necesitar soporte o bolsillo alguno para ser portátil, "¡cómo avanza la tecnología!", pensé. Después, observé al hombre de atrás, uno muy delgado, con apariencia de ser reservado o más bien tímido, pero luego de sumarse a la conversación del sabelotodo y el hombre 'X', terminó por cambiar de aspecto hacia uno medio conflictivo, hablando (y no muy bien) del algún otro centro cultural. La persona que le seguía sí era la más tímida, un hombre que no hablaba con nadie, pero esbozaba una sonrisa particularmente amable además de un tic en los ojos que lo hacía asentir a toda situación, pero que le daba un semblante de inocencia. Tras él, un joven muy simplón pasaba desapercibido, era otro cinéfilo que conversaba de manera entusiasta con la primera chica de la fila cuando a ella se le ocurría dirigirse al sitio de este; se conocían desde antes, pero al parecer no lo suficiente como para que ella le cediera algún sitio más adelante (alivio para muchos, en realidad). Posterior al joven, una chica que tampoco hablaba con nadie y parecía gustarle, ya que se le veía muy plácidamente ensimismada por momentos, mirando detenidamente a los demás y escribiendo, posiblemente, descripciones de ellos en su celular. Detrás, se encontraba un grupo de cuatro ancianos o casi-ancianos filosofando de forma alegre acerca de la vida y del Perú, de los cambios, de los eventos culturales en apogeo, etc.
La gente restante en la fila era mucha, y a la chica del celular no le apetecía describir a todos, además sentía que los otros eran ya muy convencionales..(como si los primeros no lo fueran).
Nada como una escena de la vida cotidiana tratando de ser desmenuzada y descifrada.
La película me gustó.
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