Zae recordaba con inocencia cómo había esperado durante más de dos años una respuesta por parte del nada agraciado Um, quien tres años atrás no hubiera imaginado estar parado ahora frente a una pileta, reminiscencia de todo lo que se le escapó de las manos, no por falta de control, sino por exceso. La figura teñida de rojo que lo sorprendía sin cansancio no era precisamente Zae aproximándose a él, ni la remota pared de fondo que parecía desvanecerse cual tiza al viento y que, en su momento, supo emplear para ocultar cartas tras el ladrillo trece-cuatro contando desde la izquierda. Días antes, Um no hubiera podido reconocer el brillo rojo sobre la nariz de Zae, era nuevo, un nuevo anuncio de lo que parecía asomarse, el tiempo predeterminado por ella, para él, algo que Um nunca hubiera podido conceder a otra persona, y frente a lo cual se mostraba reacio, ya que él mismo no podía alcanzar algo así por sí solo.
Nunca antes había sido capaz de percibir la seriedad en su mirada; si aquel pasatiempo, que con el paso de los meses había resultado entretenido, le parecía enigmático, la firmeza en la comisura de los labios de Zae (contrastante con su gracia al vestir) y la dilatación de sus pupilas lo aterrorizaron y provocaron en él la presurosa sudoración de manos, que ella ya conocía al derecho y al revés. Nunca creyó que el misterio fuera un factor tan determinante en el trajín y ajetreo que suponía el brote de -lo que podría llamarse- un "interés". Sin embargo, a pesar de ser consciente del miedo que lo asediaba, decidió continuar. Y es que todo en su vida había fluido sin algún color que lo detenga y le otorgue un espacio para sentir. "¿Sentir?" pensó Um, cuestionando su destino en manos de la escritora.
Sí. Esa era la primera vez que se dirigirían la palabra personalmente, y Um, que durante dos años de lecturas y escrituras había entablado un hábito de desfogue con un ser imaginario, cayó en la cuenta de que jamás había pretendido conocer o imaginar la voz de Zae. Una vez creyó haberla escuchado hablar luego de un evento en su universidad, solo para después percatarse de que la había confundido; por alguna extraña razón, el tono de voz de la desconocida ocupó un lugar en la tinta dentro de las cartas de Zae y en los oídos del desaliñado Um, quien se encontraba desconcertado frente a su poca capacidad de objeción para consigo mismo y sus sentidos.
Le resultó intolerable, francamente insoportable, el hecho de haber sobreestimado una voz errada, que en unos segundos sería destruida en su totalidad y reemplazada por una nueva. ¿Será mejor? ¿peor? Le rozó el estómago la sensación de exasperación al no saber absolutamente nada de la susodicha, la misma sensación que lo asaltó al recibir las cuatro primeras cartas (si es que merecen ser llamadas 'cartas'). No supo disfrazar su enfado sino hasta que vio a Zae a solo diez centímetros de él pronunciando serenamente: "este habría sido un gran día si no estuviera tan nublado, ¿verdad?". Um no sabía si lo que acababa de oír era una voz real o un efecto de sonido, solo recuerda que lo primero que se le vino a la mente fue 'crema de fresa', y tras el "¿verdad?" le agregó a su idea un delicado 'bizcocho'. Un tanto desorientado, Um intentó adecuar la voz a la apariencia de su emisora; si tenía alguna certeza sobre algo, esto era que no le gustaban los dulces.
Inmediatamente después del comentario acerca del clima, no vaciló en decir: "tus expectativas son altas, ¿sabes? Es curioso que después de todo este tiempo sí haya sido posible que construyeras una imagen de algo que negabas necesitar. Pero bueno, creo que tú solo deseabas escuchar el siguiente paso: el café estuvo servido desde las 10 de la mañana, en solitaria compañía del metal que remueve la espuma hasta desbordarlo".
Entonces Um sintió la tranquilidad alzarse desde sus pies hasta estallar en cada dedo. Supo que ella no era Zae. Y fue ahí que comprendió que el juego había terminado..y lo embargó la angustia.
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